Como decía en el artículo anterior, las distorsiones cognitivas no son fruto de ninguna enfermedad, no son nada grave, sino un proceso mal aprendido. Muchas personas cometen distorsiones en su día a día sin darse cuenta, lo que les provoca malestar y repercusiones en su autoestima. En el anterior artículo os decía algunos ejemplos, aquí unos cuantos más: hablamos por ejemplo de personas que sólo ven la parte negativa de las cosas o de personas que creen que todos hablan mal de ellas, pero también de aquellas que siempre lo ven todo de color de rosa y viven en los mundos de iupi.
Las distorsiones cognitivas son fruto de un aprendizaje, al igual que el resto de procesos de pensamiento que llevamos a cabo. El problema es que se trata de un aprendizaje erróneo. Es como si lleváramos unas gafas que nos cambian la realidad en base a lo que nosotros le hemos programado. Como si el cerebro aplicara unos filtros de forma automática que impiden ver todos los inputs o datos de la realidad, porque así se lo hemos enseñado.
¿Pero por qué hemos aprendido mal a interpretar la realidad?
Hay dos explicaciones a este mal aprendizaje. Por un lado, puede ser debido a la influencia de otras personas. Crecer o estar mucho tiempo expuesto a opiniones no realistas nos hace creer que esta forma de pensar es la más correcta, y en consecuencia seguimos aplicándola habitualmente. Por ejemplo, crecer con unos padres que no han encontrado nunca un defecto en sus hijos y los han defendido incluso cuando hacían las cosas mal. O en el caso contrario, crecer en un entorno familiar donde no solo no se han reconocido los éxitos, sino que siempre se ha dado más importancia a las cosas negativas, también nos enseñará a ver la realidad de esta manera.
Por otro lado, podría ser que la manera de pensar o interpretar la realidad fuera aprendida correctamente en un momento determinado y funcionara porque esa situación concreta que vivíamos era real, pero tiempo después se sigue usando como un estándar en otras situaciones, de manera desadaptativa. Con un ejemplo lo verás más claro: en el caso de la típica persona que cree que todos hablan mal de él: este pensamiento puede tener un origen totalmente real si ha pasado una época de su vida en el que las personas que lo rodeaban realmente hablaban mal de él. A partir de aquí se ha acostumbrado a pensar así y su cerebro aplica este filtro de forma indiscriminada, haciendo lecturas erróneas de la realidad y provocándole malestar y problemas con los demás. ¿Lo ves ahora?
Por lo tanto, a modo de conclusión y para ir terminando, sabemos que las distorsiones cognitivas son aprendidas, y toda cosa aprendida se puede “desaprender”. ¿Quiere decir esto que se pueden borrar estas maneras incorrectas de pensar, como cuando borramos las aplicaciones del teléfono que ya no nos interesan? No exactamente. Lo que quiere decir es que al igual que aprendimos maneras incorrectas de leer la realidad, podemos aprender de correctas y poco a poco ir desbancando las distorsiones cognitivas. Podemos enseñarle al cerebro a ver con unas gafas más nítidas.
Es evidente que requerirá de un esfuerzo importante al principio, porque todo mal hábito que está automatizado es difícil de combatir. Las cosas nuevas suelen costar más que hacer, pero poco a poco con la práctica se van haciendo habituales en nuestro día a día, hasta que las hacemos sin pensar porque se habrán automatizado. Es como montar en bicicleta o aprender a conducir, aunque cuesta, aprendemos a hacerlo por la recompensa que sabemos que tendremos después …
¿Y dicho esto, es suficiente recompensa para ti tener mejor autoestima, disfrutar más del día a día, de las personas que te rodean y, en definitiva, absorber las cosas buenas de la vida? ¿Vale la pena el esfuerzo? Tú eliges.